En Memoria de Ángel Rodriguez Kauth (1941-2020)

 

(Fotografía de Fabiola Tempestini)

El domingo 4 de octubre pasado falleció en la ciudad de San Luis, Argentina, donde residía desde el año 1959.

Nació en Capital Federal, se trasladó con su familia a General Levalle, en Córdoba -contando con sólo 15 años- y luego se radicó en San Luis para cursar la carrera de Profesor de Pedagogía y Psicología de la Universidad Nacional de Cuyo (actualmente Universidad Nacional de San Luis, desde 1973). Un tiempo después se recibió de Licenciado en Psicología y años más tarde, de Doctor en Psicología.

Sus inicios en la docencia fueron como Profesor en la Escuela Normal Juan Pascual Pringles y también se desempeñó en la carrera de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario (Santa Fe), hacia donde viajaba semanalmente en una Renoleta (Renault 4).

Ingresó en la asignatura Sociología, en la Universidad Nacional de Cuyo, a fines de los 60, donde trabajó durante casi 50 años. Sólo se interrumpió su trabajo académico por la dictadura militar de 1976: allí lo despidió la intervención militar aparándose en la Ley de Seguridad 21.260 y la Ley de Prescindibilidad 21.274. Eso ocurrió el 22 de abril de 1977, a través de la Resolución 152/77. Es de destacar que ya en esa época, a los 36 años, Angel ya era Profesor Titular Exclusivo de la asignatura Psicología Social de la Licenciatura y Profesorado en Psicología.

Lo echó el Rector Interviniente, un Vice Comodoro, llamado Rodolfo Fernández (qué podía saber de una universidad un militar carcamán que venía de la Armada y que fue parte del terrorismo de Estado…podría parafrasear a Angel y decir al respecto que hablar de “inteligencia militar” es un oxímoron).

También fue detenido, torturado y luego puesto en libertad. Su detención duró más de seis meses. El tema de su detención fue muy duro para Angel. Hablaba mucho de ello (creería que la falta de certeza sobre el tiempo de su detención deriva del dolor que le producía y cierta imprecisión al respecto. Hablé con una colega que lo visitaba a diario en el tránsito de su vejez, Marina Cuello Pagnone, y me dijo que percibía lo mismo: que no podía precisar ese dato porque Angel no era exacto).

En 1984 solicitó su reincorporación a la Universidad. Durante los años que estuvo fuera de la Universidad se ganó la vida vendiendo libros. Muchas personas en San Luis lo recuerdan en ese rol. Era muy buen vendedor de libros. Los libros eran verdaderos tesoros para él, en todos los sentidos posibles.

En el campo académico Angel escribió más de 400 artículos científicos, pero es una tarea compleja determinar con exactitud esa cifra, ya que cuando él comenzó a escribir no existía internet y muchos de los artículos están en Revistas en papel que Angel donaba a la biblioteca de la Universidad; otros se perdieron. 
También escribió una cantidad importante de libros. Citaré algunos de ellos: “Elementos de economía para profesionales de la salud mental”; “Psicología de las actitudes y estructuras cognitivas”; “Psicología del espionaje, psicología de los espías”; “Temas y lecturas de Psicología Política”, “Claves de la Argentina del Siglo XXI”; “Psicología social psicología política y derechos humanos”; “Psicología de la hipocresía”; “El discurso político, la caída del pensamiento”; “¿Por qué dios? La necesidad del ateísmo”; “Lecturas y estudios de psicología social crítica”; “La peluca de la calvicie moral”; “Temas y lecturas de psicología política”; “¿El crimen perfecto?”, “Vida cotidiana: psiquismo, sociedad y política”; “José Ingenieros”; “Psicología Política”; “Aguafuertes de fin de siglo”; “La tolerancia”; “Todos somos egoístas”; entre otros. 

Amaba tanto la escritura que, aún con problemas de visión y otros derivados de una operación en la que le extrajeron la hipófisis (allá por el año 1987), que le dejó como resabio un temblor implacable en las manos, en el año 2016 escribió el libro “350 días en la maldita milicia” (https://www.topia.com.ar/editorial/libros/350-dias-maldita-milicia). También en el mes de marzo del mismo año publicó un artículo llamado “Vivir con Alzheimer” (https://www.topia.com.ar/articulos/vivir-alzheimer).

En el primero relataba su paso por el servicio militar obligatorio, donde, además, hace una semblanza de la sociedad puntana de los años 60, y en el artículo “Vivir con Alzheimer” narra la enfermedad que aquejaba a su compañera. Allí comienza diciendo: Con el presente relato pretendo –humildemente- contar la historia de una persona amada, la que padece la enfermedad de Alzheimer en su fase terminal. Pero, para no faltar a la verdad debo decir que tanto Mabel -la protagonista principal- como yo, padecemos en simultáneo esa maldita enfermedad, ella como portadora y yo como el continente de sus sufrimientos y pesares que, obviamente, también son mis sufrimientos y pesares (Mabel Falcón, una estupenda mujer, fue su compañera por más de 46 años).
Angel amaba a Mabel, a la lectura, a la escritura, así como, a la vida y a los amigos. Era muy amigo de sus amigos.

También amaba a los cigarrillos. Fumó hasta último momento. Cuando alguien lo regañaba por su vicio, él le preguntaba: ¿conocés alguna persona que por no fumar no se haya muerto? Preciso destacar que no murió por causas derivadas de su consumo de cigarrillos).

Angel era una persona generosa y amplia. Tenía una inteligencia fuera de lo común, un humor hilarante y un manejo eficaz de la ironía.

A veces podía doler la frontalidad con la que se manejaba en la vida. Cuando Diego -su hijo menor- estuvo en coma durante varios días (luego de un infarto, con tan solo 27 años), Angel sabía que –Diego- no iba a recuperarse y lo dijo sin pestañear, a pesar de los enconos que produjo en la gente que lo rodeaba. Luego de que Diego falleciera, Angel fue aquejado por el insomnio por más de una década (no es necesario entrar en detalle sobre todo lo que sufrió, es fácil imaginarlo).
Su sinceridad, su mirada franca sobre la vida y sus acontecimientos no lo libraban de los dolores que le provocaban. Pero tenía esa manera de vincularse con lo siniestro: le hizo frente todo el tiempo. Lo siniestro no lo doblegó, aunque si lo lastimó.

Dejó varios legados a muchos de los que nos formamos y que también trabajamos con él. También marcó la psicología con sus trabajos en psicología social y en psicología política.

Y, entre sus legados, está su hijo mayor, Gonzalo Rodríguez Pereyra, que es Licenciado y Doctor en Filosofía, Profesor de Metafísica y Director del Grado en Filosofía, Política y Economía (PPE) de la Universidad de Oxford. Gonzalo es un destacado profesional, con reconocimiento internacional (https://www.youtube.com/watch?v=l6_TKxAk0cI), que si bien reside en Inglaterra hace mucho tiempo, hace varios años que viaja cuatro veces al año a Argentina a ver a Angel y a su madre (Marta María Pereyra, ex decana de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNSL y psicoanalista).

Angel fue el mentor y director de la Revista Idea, de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNSL, durante más de 15 años. La revista tuvo reconocimiento internacional. En 2002 dejó de dirigirla debido a que la crisis económica del país dejó sin los fondos suficientes a la universidad para sacarla en formato papel. Él pensó en hacerla en formato web, pero esa “idea” no prosperó (http://ieee.unsl.edu.ar/idea/index.html). Lo curioso del caso es que desde la Facultad se llamó a concurso para cubrir el cargo de Director de la Revista. Lo ganó una persona, pero nunca sacó un solo número de la revista. Sólo Angel sabía hacerlo.

Cuando le comenté la idea de sacar una revista con contenidos pertinentes a psicología política en formato web, él se entusiasmó y armó el Comité Editorial de la misma. Cuando le dije qué nombre le ponemos, el sugirió el nombre que lleva: Revista Electrónica de Psicología Política. El nombre no sólo definía un espacio del conocimiento, sino también del soporte dela revista. En 2003 prácticamente no había revistas en formato web (http://www.psicopol.unsl.edu.ar).

Mucho antes fue parte del que consideramos el primer Manual de Psicología Política Latinoamericana, editado en Caracas y coordinado por Maritza Montero, allá por 1987. Con Maritza fueron buenos amigos.

También fue amigo de Ignacio Martín Baró. Se vieron por última vez en un Congreso de la SIP, en Buenos Aires, en julio de 1989 (pocos meses antes de que lo asesinaran a Baró). Fui testigo de ese encuentro cordial y jovial. El asesinato de Baró lo estremeció.

Dirigió el primer Proyecto de Investigación con el mote de Psicología Política, que surgió en 1989 y que desde el año 2008 dirijo.

Llevó la psicología latinoamericana a Europa: fue Catedrático Visitante en los cursos del Doctorado en Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid durante 8 años seguidos en la década del 90. Allí daba un curso de Psicología Política Latinoamericana. Varios de sus estudiantes españoles tejieron vínculos duraderos con Angel. Dos vinieron a realizar estancias de investigación. Uno de ellos, Guillermo Fouce Fernández, impulsó a que se fundara en San Luis la Asociación Psicólogos Sin Fronteras, y aún mantiene un vínculo estrecho con nuestro equipo.

Angel fue Profesor de Psicología Social durante más de 40 años, que se dividía en I y II. En el año 1996, debido a que Psicología Social II tenía contenidos de psicología política, aprovechando un cambio del plan de estudios, pasó a llamarse Psicología Política.

Actuó como Consejero en variadas instancias, tanto a nivel del Consejo Superior, como de los Consejos directivos de la Facultad. También fue Secretario de Ciencia y Técnica de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNSL en un período.

Fue uno de los promotores de la fundación del Colegio de Psicólogos de la Provincia de San Luis. También fue uno de los fundadores de la Asociación de Docentes Universitarios, entidad de carácter gremial, de la que luego se distanció e incluso desafilió cuando la misma quedó en manos de trotskistas. Angel fue comunista desde que muy joven, a pesar de estar muy en desacuerdo con el estalinismo, tampoco tuvo buen diálogo con el trotskismo. 

Angel fue amigo de Eugenio Rafael Zaffaroni, a quien llamaba Zafito. También de León Rotzinger, de Enrique Carpintero (a quien dirigió su tesis doctoral), de Narciso Benbenaste, de Eduardo Crespo Suarez (referente de la psicología social europea) entre los que recuerdo. Pero también era amigo de un trapito (Orlando vamos a llamarlo) que limpiaba autos en el estacionamiento de la universidad. Un día Orlando le preguntó si no tenía una bicicleta vieja para prestarle porque le habían robado la suya. Angel fue y le compró una nueva. Varias veces me encontré en la casa de Angel a Orlando: se habían hecho amigos.

También recuerdo que le regaló su automóvil, cuando la vista ya no lo dejaba manejar, a la señora que trabajaba en su casa. Había comprado el auto, nuevo, hacía apenas un par de años.

Angel fue coherente: fue latinoamericanista y, tal como se desprende de lo dicho, un ideólogo de izquierda. Cuando la Sociedad Internacional de Psicología Política (en sus siglas en inglés: ISPP) organizó la Conferencia Internacional de la ISPP en 2001, realizada en Cuernavaca, México, Angel no sólo que no fue, sino que envió a una carta de repudio porque los resúmenes debían publicarse en inglés, cuestión que él entendía como un acto de vasallaje, de indignidad.

Creo que existen los eruditos, los profesionales, los intelectuales y los pensadores. Angel reunía todas esas condiciones. A eso se sumaba su gran afabilidad y generosidad que se daba en todo espacio en el que actuaba.

Fue un defensor de los derechos humanos, desde la militancia en las calles y en la academia.

También fue un hincha fanático del club River Plate, a quien seguía a destajo. Recuerdo que, a Juan, mi hijo mayor, desde muy pequeño le regalaba las camisetas de su club y, a medida que iba creciendo, le traía camisetas más grandes.

Juan se hizo mayor y lo iba a visitar -a quien casi nadie ya visitaba-. No sólo por sus camisetas Juan lloró su partida…

A Mercedes, una de mis hijas -que está por egresar de psicología- le regaló toda la obra de Freud, varios libros de Lacan y la tesis doctoral de Mabel.
Mechi escribió en su muro de Facebook:
“Me confiaste una porción de tus tesoros más cuidados. Seré guardiana de cada uno de ellos.
En cada libro con los que armaste mi primera, y única biblioteca.
En cada anécdota, en la que estupefacta admiraba tu impecable memoria y a esa vida habitada…
En cada empuje a seguir y ser…
En cada palabra de mi padre…
En cada cigarrillo trepidante por esos dedos que ya no podían sostener del todo, pero que no querían dejar.
En cada reivindicación por los derechos, por la lucha, por la psicología, que voy a sostener.
En el amor de esos ojos relucientes que sobresalían cuando hablabas de ella, por quien seguiste hasta aquí. Seguiremos nosotros!
Te conté que seguiría sus pasos (los tuyos, los del Negro), me nombraste “sucesora”. Si supieras que en tanta inmensidad quepan pocos.
Cuidaremos tus recuerdos.
Hasta siempre maestro, nos veremos en alguna página…”

Y yo me despido de Angel también con un hasta siempre.

Siempre estarás, Angel. En la polifonía que surca mis palabras siempre estarán las tuyas. Como un acto de amistad, de amor, de homenaje.
Chau querido amigo…
(Rodolfo Parisí, 8 de octubre del 2020)